sábado, 31 de mayo de 2008
Y ahora, ¿qué?
Con las historias basadas en la búsqueda de un tesoro ocurre algo parecido a la anécdota sobre Pirro (extraída de las Vidas Paralelas) que contaba De Quincey a propósito de las conspiraciones; dice Plutarco que le preguntaban a Pirro por qué esa obsesión en extender la guerra a Grecia, a Italia, a Asia, si el objetivo final era simplemente disfrutar de una vida fácil y muelle, algo que se podía conseguir sin tanta sangre y sufrimiento. Con las conspiraciones, sostenía de Quincey, pasa lo mismo: ¿para qué tantas maquinaciones, si el objetivo último es disfrutar sencillamente de la vida? Bueno, pues cuando veo una película en la que se persigue un tesoro siempre me pregunto qué van a hacer con él cuando lo encuentren, o lo triste y vacía que será a partir de ese momento la vida de quienes la habían basado en esa búsqueda. Por eso creo que todas las películas de este tipo suelen terminar en un anticlímax, casi siempre con la pérdida del premio en el último momento: la pérdida es necesaria, porque si no la sensación es de intensa melancolía. Es lo que ocurre con una de mis películas preferidas, Los Goonies, o con una más moderna, La búsqueda. Esta última es el ejemplo perfecto, porque además es muy mala: cuando acaba uno se pregunta qué va a hacer a partir de ese momento Nicolas Cage, que había dirigido toda su vida a ese instante. ¿Para qué quiere esas inmensas riquezas si ha perdido lo único que daba sentido a su vida?
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Un día de campo
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2 comentarios:
Me parece muy triste basar la existencia en una única búsqueda. La peli termina con los títulos de crédito, la vida sigue. No creo que haya que ser tan pesimismtas como intentas decirnos.
¿El mayor tesoro que se puede encontrar no es la vida misma? Este tesoro siempre está al final de la existencia. Lo tenemos de siempre, pero no lo encontramos hasta el final.
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