sábado, 10 de mayo de 2008

Últimas palabras

Uno se imagina el momento supremo en circunstancias apacibles y consoladoras y piensa que tendrá tiempo para pronunciar unas palabras que, obviamente, quedarán debida aunque misteriosamente registradas. A mí me gustaría ser como el protagonista de la anécdota que cuenta J. Griffin en la traducción castellana de uno de sus libros sobre Homero (que paso a incluir en la lista; si te gusta algo la Antigüedad, deberías estar leyéndolo en lugar de perder el tiempo delante del ordenador):


Tenemos un impresionante ejemplo de la inspiración de un espíritu verdaderamente aristocrático en un relato contemporáneo de lord Granville, Presidente del Consejo en 1762, durante la elaboración del texto del Tratado de París. Robert Wood, que le trajo el documento un día antes de la muerte de Granville, es quien nos cuenta la anécdota: "Lo encontré tan lánguido que le propuse demorar mi asunto para otra ocasión; pero él insistió en que yo debía quedarme, diciéndome que el posponer su deber no iba a prolongar su vida, y repitió el siguiente pasaje del discurso de Sarpedón (12. 310-328) que Granville citó en griego:


"Mi buen amigo, si, por huir de este combate, hubiéramos de ser ya para siempre exentos de vejez e inmortales, ni yo mismo en vanguardia lucharía ni a ti te enviara a la batalla que da gloria a los hombres; mas ahora, sin embargo, pues las diosas funestas de la muerte penden sobre nosotros a millares, a las que no es posible que un mortal consiga escapar o esquivar, vayamos a ver si otorgamos gloria a alguien o bien alguien nos la otorga a nosotros."

Su señoría repetía la última palabra ('vayamos' en esta traducción) varias veces, con calma y decidida resignación; y tras una grave pausa de algunos minutos, deseó oír la redacción dada al Tratado, al que prestaba la máxima atención.


Lord Granville tuvo un testigo que seguramente también conocía el texto griego; si no, podría haber acabado diciendo que Granville ya estaba chocheando, y deliraba hasta el punto de haber comenzado a balbucear una jerga ininteligible e infantil. Bueno, yo me imagino algo parecido(que conste que me aprendí el pasaje de memoria), pero la realidad es que, cuando ocurra, seguro que nos pilla desprevenidos, y no nos da tiempo más que a exclamar:"¡Hala, mira qué ola más grand...!" .

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Edgar propongo que pongas las fotos que nos hizo Eva a los alumnos de 2ºD en este blog tan interesante y divertido(ironia)
jajaja que no hombre!!que muy entretenido...

Anónimo dijo...

edgar que interesante sales en las fotos jaja tu perro es muy mono aber si lo traes un dia a clase espero que algun dia pongas algo de pablo neruda jaja
hasta mañanaa!!

Un día de campo

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