lunes, 28 de abril de 2008

Ira

En ciertas ocasiones sociales, viene bien poder recurrir a pequeñas estrategias para animar una conversación; una de mis preferidas consiste en preguntar a los presentes (si se tiene cierta confianza) cuáles son sus tres pecados capitales. Haced la prueba, porque los resultados merecen un análisis: por ejemplo, hay ciertos vicios que ya ni se consideran tales (a casi nadie le importa confesarse lujurioso o tragón), pero nadie confesará su soberbia ni mucho menos su envidia hacia el vecino (a pesar de que todos sabemos, por experiencia, que hay más envidiosos que Mesalinas).
Y no digamos la ira, que muchos habríamos sacado de la lista hacía tiempo; digo habríamos, porque ya no estoy tan seguro. Y es que me confieso cada día más iracundo. Y no como un héroe homérico, que bueno, tiene su aquel, sino más bien del tipo imprevisible-avasallador-Fernando Fernán-Gómez (d. e. p.). Yo antes no era así, de verdad: quien me conoce desde hace años sabe que era un tipo pacífico y de temperamento flemático (eso es lo que me salió en aquellas pruebas que hacían antes en los colegios; que conste que el temperamento más común entre los navarros era el colérico, pero el mío no). Pero ahora..., ahora soy el nuevo Hulk, pero sin colores chillones.
Así que ya puedo ir actualizando mi lista (que no voy a confesar) para incorporar al recién llegado. Lo malo es que no sé a qué pecado de los antiguos va a desplazar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ola Edgar te dejo mi kancion pa' ti
el bacalado el bacalado y mobemos el colacado y bamos pa' bilbado con la aguela a que nos de cocretas y cuando iba me cai en un abujero de la abuja!

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo