jueves, 3 de julio de 2008

Words, words

Hace algún tiempo se celebró una convocatoria para descubrir la palabra más ¿bonita?, ¿hermosa? (no recuerdo los términos exactos; y, como dice A. Trapiello, carecemos de un adjetivo que no resulte ñoño) del castellano; la ganadora fue amor, lo que demuestra, aparte de lo absurdo de la naturaleza y el propósito de la encuesta (que no necesitaba demostración), el criterio pueril de los participantes que, además, dejaban constancia de que no habían entendido la intención del concurso; entre mis preferidas están anfractuoso, macareo, tránsito, nabab, hontanar o embelesar, pero las que más me gustan son algunas que no están recogidas en el diccionario de la Academia, como priamel. Reconozco, por otra parte, que uno acaba volviéndose especial en cuestiones de léxico; mis manías son irracionales hasta extremos clínicos: me niego a escribir ciertas palabras sin que pueda explicar claramente por qué, más allá de que esas decisiones obedecen a mi tiránico capricho; en cierto sentido, tiene algo que ver con las propiedades sinestésicas de la lengua, pero no sabría explicarlo mejor: la cuestión es que me resisto a utilizar términos como historicismo y causalidad, y otros acabados en -ismo e -idad (menos) y, sin embargo, me resultan agradables los acabados en -encia, como tendencia, resistencia e influencia. Así que uno acaba escribiendo lo que puede con ese diccionario cojo, aunque no creo que la diferencia (¿veis?) sea demasiada. A propósito, ya estoy de vacaciones, conque procuraré recuperar el tiempo perdido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En los últimos años hemos incorporado anglicismos que nos parecen "finos" y hemos olvidado palabras nuestras. Un ejemplo es "hall", cuando tenemos "zaguán", palabra hermosa y rotunda donde las haya. Por favor, tenemos una lengua preciosa, no usemos términos importados cuando existen.

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo