lunes, 7 de julio de 2008

Somos cuerpo

Hace años escuché en un programa de radio vespertino que, mientras dormimos, todos parecemos buenos (habría que puntualizar que, más que buenos, lo que parecemos es inofensivos). Lo he recordado recientemente, al leer un fragmento de Plinio el Joven citado por L. Gil en Therapeia (p. 53):

Hace poco la enfermedad de un amigo mío me ha recordado que no valemos nunca tanto como cuando estamos enfermos. ¿A qué enfermo, en efecto, tientan la avaricia o la ambición? No es esclavo de sus amoríos, no apetece los honores, se despreocupa de las riquezas, se contenta con lo que tiene, por poco que sea, sabiendo que lo va a abandonar. Entonces se acuerda de los dioses, recuerda que es mortal, no envidia a nadie, a nadie admira, a nadie desprecia, y ni siquiera atiende o se alimenta de las conversaciones maliciosas: tan solo sueña con fuentes y baños. Esta es la suma de sus cuitas, la suma de sus plegarias, y mientras decide que, en el caso de que pueda librarse de su enfermedad, su vida será en el futuro dulce y sosegada, es decir, inocente y feliz (Ep. VII, 26).

Cito por la traducción de Gredos (de Julián González Fernández), gracias a la cual por fin podemos disfrutar en castellano del epistolario de Plinio. Por cierto que en la carta siguiente (VII, 27) cuenta tres historias sobrenaturales muy conocidas, en las que aparecen todos los elementos de los modernos relatos de terror. A lo que iba: en cuanto a la enfermedad, se trata, en realidad, de una cuestión de prioridades. Cuando el cuerpo reclama nuestra atención con sus urgencias, todas las demás preocupaciones se desvanecen.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Edgar ¿qué tal los sanfermines? ¿Ha sido la fiesta la que te ha llevado a esta reflexión? ¿Tan castigado tienes el cuerpo?

Edgar dijo...

No, no, para mí todavía no han empezado los Sanfermines, pero la perspectiva de este fin de semana me aterra.

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo