lunes, 15 de diciembre de 2008

Olvido

Recuerdo unas pocas palabras del curso de sánscrito al que asistí hace ya muchos años (un curso impartido por Ana Agud, muy irregular porque tenía que adaptarse a alumnos de niveles muy dispares; incluso llegué a aprender, aunque no era necesario, el alfabeto devanagari). Son palabras evocadoras, secretos ensalmos que sirven todavía para asombrar a mis alumnos adolescentes, pero que a mí me causan cierta melancolía, porque sé que no son más que voces fantasmales y sin sentido, que me recuerdan todo lo que he olvidado. Mucho. No solo lo que sabía, que no era tanto, sino la curiosidad para saber más de más cosas, el interés por ciertos temas, una flexibilidad, en suma, que no se recupera. Aprender es seleccionar, y con cada elección se pierde: al principio no importa, pero luego se descubre el infinito territorio de los descartes y su naturaleza irrevocable. En un pequeño ensayo que publicó Península hace tiempo, Jacqueline de Romilly sostenía que, a pesar de este prejuicio, seguimos sabiendo cosas que creemos olvidadas (lo llamaba 'el tesoro de los saberes olvidados'), pero sus observaciones son un pobre, aunque cierto, consuelo. He olvidado muchas cosas que me interesaban verdaderamente, y al mismo tiempo he aprendido otras absurdas, irrelevantes o triviales. Prohibido arrepentirse.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Edgar, no seas modesto. No sólo no has olvidado lo aprendido, sino que tu curiosidad por saber más ha aumentado con los años. Consérvala.

Anónimo dijo...

Edgar, lo que bien se aprende mal se olvida. Y te lo digo por experiencia. Puede estar en el rincón más recóndito de tu memoria, pero está.
El proceso de aprendizaje varía con la edad.

Anónimo dijo...

Edgar, me voy de vacaciones. No actualices demasiado el blog, que hasta el día 8 de enero no voy a poder leerte.
Felices fiestas para ti y tu familia. Filo

Un día de campo

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Un día de campo

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