lunes, 29 de diciembre de 2008
Bloody Christmas
Por sangrientas, digo, no por otra cosa, como en Tres ratones ciegos, Navidades trágicas o en La aventura del pudin de Navidad. Siempre me imagino en casa el ambiente que se respira en el ciclo navideño de Agatha Christie, con sus evocadores banquetes (hay un libro dedicado exclusivamente a las recetas que aparecen en sus libros, titulado Cremas y castigos) y con sus tipos deliciosamente tradicionales e imposibles. Las novelas no valen un churro, pero nadie ha conseguido transmitir esa atmósfera ideal de tartas y manors decadentes y peligrosísimas, y sobre todo, nadie ha sabido crear en el lector el deseo de compartir las Navidades con sus protagonistas. Por eso me gustan (las Navidades y las novelas). Eso no significa que me muera por participar en la clase de circuitos aberrantes que intentan reproducir la anécdota de los libros hasta el detalle (seguro que existen y son un éxito clamoroso), sino que me encantaría estar allí de verdad, ser un invitado más en la mesa en la que cena un extravagante detective belga, o pasar una noche en la pequeña pensión aislada por la nieve donde, al parecer, ha conseguido colarse un asesino...
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Un día de campo
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Un día de campo
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