miércoles, 31 de diciembre de 2008

TIC (y tac)

He aprovechado estos días (bueno, no tanto), para comprobar en la red las aplicaciones educativas de las nuevas tecnologías. Hay páginas y gadgets espectaculares (y difíciles de usar), y montones de sitios con iniciativas loables y bienintencionadas, pero la impresión general es la de una cuadrilla de niños a los que se les ha regalado un juguete maravilloso con el que no saben qué hacer y cuyos contornos se limitan a explorar torpemente. Intuimos el potencial de la tecnología disponible, pero no sabemos por dónde empezar. El problema (hay más de uno, pero el principal) es que un uso correcto de las TIC es incompatible con un sistema educativo convencional. Porque no se trata de adaptar el programa a la pizarra digital o a Internet, sino de cambiar la forma de enseñar. Todavía no ha calado la idea de que estamos viviendo un landslide (palabrejo de moda tras la victoria de Obama), mucho mayor que cualquier otra revolución política o militar que hayamos conocido, y que los cambios son inevitables (y probablemente indoloros). La revolución lleva años fraguándose con nuestra silenciosa colaboración, y avanza sin remedio.

Eso los que quieren hacer algo, porque la brecha entre los profesores que han aceptado los cambios y los 'resistentes' aumenta magnis itineribus. Los argumentos de estos últimos son, por cierto, bastante frágiles, y suelen venir dictados por la comodidad (porque ¡cuidado!, la tecnología, que nadie se engañe, no ahorra trabajo; al contrario). No hay tal dilema, no se trata de elegir una opción, de la misma forma que nunca hubo un referendo para decidir si se aceptaba la imprenta o no ("Vota sí a la imprenta", "Abajo Gutenberg"). Pienso, aunque sea ponerme estupendo (por algo este es mi blog y digo lo que quiero), que el conocimiento de las TIC no debería ser una opción, igual que no lo es la alfabetización tradicional; es decir, si a usted le parece normal que se le exija saber leer y escribir para poder dar clase, comprenderá también que le exijamos un manejo real de las TIC para poder enseñar a sus alumnos. Porque actualmente el analfabeto, no nos equivoquemos, es el que no sabe colgar un vídeo, abrir un foro o crear una página web; pensad, si no, en qué habéis hecho con más frecuencia en 2008: ¿escribir cinco líneas a mano o consultar la web?

lunes, 29 de diciembre de 2008

Bloody Christmas

Por sangrientas, digo, no por otra cosa, como en Tres ratones ciegos, Navidades trágicas o en La aventura del pudin de Navidad. Siempre me imagino en casa el ambiente que se respira en el ciclo navideño de Agatha Christie, con sus evocadores banquetes (hay un libro dedicado exclusivamente a las recetas que aparecen en sus libros, titulado Cremas y castigos) y con sus tipos deliciosamente tradicionales e imposibles. Las novelas no valen un churro, pero nadie ha conseguido transmitir esa atmósfera ideal de tartas y manors decadentes y peligrosísimas, y sobre todo, nadie ha sabido crear en el lector el deseo de compartir las Navidades con sus protagonistas. Por eso me gustan (las Navidades y las novelas). Eso no significa que me muera por participar en la clase de circuitos aberrantes que intentan reproducir la anécdota de los libros hasta el detalle (seguro que existen y son un éxito clamoroso), sino que me encantaría estar allí de verdad, ser un invitado más en la mesa en la que cena un extravagante detective belga, o pasar una noche en la pequeña pensión aislada por la nieve donde, al parecer, ha conseguido colarse un asesino...

lunes, 15 de diciembre de 2008

Olvido

Recuerdo unas pocas palabras del curso de sánscrito al que asistí hace ya muchos años (un curso impartido por Ana Agud, muy irregular porque tenía que adaptarse a alumnos de niveles muy dispares; incluso llegué a aprender, aunque no era necesario, el alfabeto devanagari). Son palabras evocadoras, secretos ensalmos que sirven todavía para asombrar a mis alumnos adolescentes, pero que a mí me causan cierta melancolía, porque sé que no son más que voces fantasmales y sin sentido, que me recuerdan todo lo que he olvidado. Mucho. No solo lo que sabía, que no era tanto, sino la curiosidad para saber más de más cosas, el interés por ciertos temas, una flexibilidad, en suma, que no se recupera. Aprender es seleccionar, y con cada elección se pierde: al principio no importa, pero luego se descubre el infinito territorio de los descartes y su naturaleza irrevocable. En un pequeño ensayo que publicó Península hace tiempo, Jacqueline de Romilly sostenía que, a pesar de este prejuicio, seguimos sabiendo cosas que creemos olvidadas (lo llamaba 'el tesoro de los saberes olvidados'), pero sus observaciones son un pobre, aunque cierto, consuelo. He olvidado muchas cosas que me interesaban verdaderamente, y al mismo tiempo he aprendido otras absurdas, irrelevantes o triviales. Prohibido arrepentirse.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Extra imperium nulla salus

La ultima ratio de cualquier sociedad humana (no solo del estado, sino de cualquier comunidad) es la coacción. Esto es algo bien sabido por lo menos desde Hobbes, pero se nos suele olvidar, porque solo tenemos contacto con las múltiples convenciones que disimulan el poder tiránico de sus cadenas. Aunque sepamos que están a nuestro servicio, todos los funcionarios y los delegados del estado (el chófer del autobús o el soldado) son, en última instancia, representantes de esta coacción, y todos la ejercen, con mayor o menor disimulo. En algunas ocasiones llegamos a vislumbrar la violencia secreta que sostiene nuestro bienestar y la brutalidad de su aparato, como sucede en el cuento de Úrsula K. Le Guin 'Los que se alejan de Omelas', [una comunidad idílica que debe su felicidad a la tortura permanente de un niño]. Pero seamos sinceros: el sistema no ofrece alternativas y no tolera la disidencia. La amenaza es imperiosa y se nos recuerda de vez en cuando: "Sométete o serás destruido". Acepta sus condiciones o serás expulsado hacia los márgenes, al gehena de la anarquía. Y recordad que en el exterior hace mucho frío.

El sistema educativo es el órgano más sutil de este siniestro Leviatán. Su naturaleza coercitiva no es tan explícita como la del ejército o la policía, pero proyecta con idéntico celo su imperio de indiscutibles exigencias y aplasta sin escrúpulos cualquier asomo de rebeldía. Pronto lo intuyeron los griegos, que comparaban el proceso con la conducción y la doma de animales [tema que trata Claude Calame en uno de los libros que deberían traducirse inmediatamente al castellano, Les choeurs de jeunes filles en Grèce archaïque]. Aunque nos resistamos a admitirlo, los profesores somos colaboradores y agentes principales de esta represión sistemática, porque un profesor puede disculpar la ignorancia, pero nunca perdona la indisciplina. Con más o menos habilidad, todos reclamamos obediencia marcial en clase, el espacio donde se ejerce nuestra arbitraria e ilimitada autoridad. Por eso, no os creáis una palabra cuando os digan que tal o cual materia, que tal o cual profesor, promueve el espíritu crítico de vuestros hijos. Todo esto es muy foucaultiano, pero es que la de Foucault era una visión bastante exacta, aunque inquietante, de la realidad. Otra cosa es que haya alternativas. No las hay.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Caos y pandemónium

En una de las pocas escenas de Arma Letal no-sé-cuántos que denotan la pertenencia de sus guionistas a la devaluada especie de los sapiens, René Russo se queja de los desastres que han provocado los protagonistas, destruyendo la ciudad y "...provocando a su paso un auténtico caos y pandemónium" (en su primera acepción, "capital imaginaria del reino infernal"). A continuación se presentan Mel Gibson y Danny Glover, y el primero dice: "Yo soy caos y él es pandemónium".

Hace unos meses (hablo de julio de 2008) y después de una escalada pavorosa y sin precedentes, el barril de petróleo alcanzó un precio desorbitado, inimaginable unos meses atrás. Al margen de las pertinentes aclaraciones (como que parte de esa subida se debía a la depreciación del dólar), se ofreció entonces un arsenal de hipóstesis geo-político-estratégico-económicas de por qué ese precio era el que era. Que conste que todas las explicaciones eran la mar de convincentes, y que calaron hondo entre la gente, que las asumía ya como profundas revelaciones aprehendidas por su solo magín: que si Rusia, que si China, que si Venezuela, o Dubai, yo qué sé, todo parecía sensato entonces. Esas explicaciones, repito, se convirtieron en poco menos que axiomas que nadie discutía porque se consideraban verdades apodícticas. Lo bueno es que quien nos las daba se arriesgaba sin dudarlo a ofrecer un pronóstico, como si el hecho de dar una explicación persuasiva de la realidad le confiriera poderes proféticos. Bueno, no me interesa ahora insistir en si esas anticipaciones se han hecho realidad o no (seguro que hay alguna que sí). Lo que me interesa es señalar que todas las razones que daban para que el precio aumentara siguen siendo válidas ahora que ha vuelto a sus habituales intervalos; es decir, la demanda en China es la misma ahora que hace seis meses, ¿no? Y me imagino que Putin no se habrá conmovido demasiado por las dificultades de Lehman Brothers y Goldman Sachs. Ya, ya, seguro que los mismos que explicaban la subida tienen ahora otro montón de explicaciones para la bajada, y seguro que son tan convincentes como las otras. Sin embargo, a mí me parece que, igual que en Arma Letal, reinan entre nosotros caos y pandemónium, divinidades estas que han venido a sustituir a los ídolos primitivos, como los nuevos dioses del frontisterio aristofánico. Solo que aquellos, por lo menos, tenían gracia.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Consulta

En respuesta a la consulta que me han realizado, no conocía ningún libro de ese autor (ni al propio autor; ¡gracias, Wikipedia!). En La Casa del Libro solo aparece un título, y algunos más en la versión francesa de Amazon (todos, sin embargo, de segunda mano). Te recomiendo la página de Iberlibro, donde se puede conseguir todo lo que se ha publicado en castellano (sobre todo en la madrileña librería Librópolis) por unos precios muy razonables. Siento no poder ayudarte más; si tengo alguna novedad, te lo haré saber de inmediato.

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo