miércoles, 5 de noviembre de 2008
Esbozos pirrónicos
No quiero ser aguafiestas, pero toda la ilusión y la euforia de los estadounidenses me resultan extrañas. No digo que esa ingenuidad (sincera probablemente) sea mala; al contrario, creo que es uno de los rasgos más amables de la sociedad americana, pero la esperanza del cambio y sus manifestaciones más obvias me parecen estridentes, y sospechosas si proceden de un político. No hablo ya de las declaraciones de la población más deprimida de Chicago (donde, según La Vanguardia, adivinan una nueva parusía, pero no la más que posible traición posterior), conmovedoras por su candidez. Tampoco significa que prefiriera a McCain, pero el dilema, planteado como suele suceder en las elecciones, reduce la complejidad del asunto. ¿Alguien piensa, de verdad, pero de verdad, que la llegada de Obama a la presidencia de los EE.UU. va a reducir el porcentaje de población penitenciaria negra? ¿O que cuando llegue el próximo tornado no serán los más pobres los que sufran de nuevo sus consecuencias? Bien, pero eso no significa que es mejor la postura contraria, porque el escepticismo, a pesar de su noble etimología, suele conducir a la parálisis. Siempre me ha gustado un aforismo (creo que de Scott Fitzgerald), que dice que la señal de verdadera inteligencia es sostener dos ideas contrarias al mismo tiempo. Yo soy de la escuela de Tucídides, de la que asoma en el episodio corcirense y anticipa, de forma providencial y emocionante, que lo que sucedió allí entre los seguidores de uno y otro partido seguirá sucediendo siempre mientras la naturaleza humana siga siendo la misma.
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Un día de campo
Por aquí suelo pasear
Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo
2 comentarios:
Edgar, todos tenemos derecho a ilusionarnos. Ante 8 años de oscurantismo, yo creo que son normales las muestras e euforia. Y ante siglos de discriminación, ni te cuento.
¿O no pasó lo mismo aquí en 1982 cuando el PSOE ganó las primeras elecciones generales por goleada?
En ese mismo ejemplo he pensado yo. Y mira cómo acabó el PSOE, Filo. ¿A cuánta gente ha desencantado lo que hizo durante catorce años? ¿Y a cuánta gente desencantó la Revolución Rusa? La lista de traiciones es igual de larga que la de esperanzas de cambio.
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