martes, 21 de octubre de 2008

DSM IV

El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders es un manual elaborado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría en el que se explican los criterios diagnósticos de las enfermedades mentales. Suena un poco raro, pero nuestra cordura depende en último término de su contenido. Sobre él pesa, sin embargo, la misma sombra que sobre toda la ciencia psiquiátrica en conjunto, y de ahí que pueda considerarse un mero vademécum de autojustificación. ¿Cómo se diagnostica una enfermedad cuyos síntomas, casi siempre difusos y mal definidos, no se ven ni pueden aislarse en redomas y tubos de ensayo, y dependen de la conducta de los pacientes? ¿Dónde está el límite entre enfermedad y carácter, entre una naturaleza melancólica y algunos trastornos depresivos, entre un niño inquieto y un niño con TDAH, entre un criminal y un enfermo con trastorno de la personalidad? Pues la diferencia depende en muchos casos de adjetivos como grave, permanente, suficiente o disfuncional (que, a su vez, deberá ser definido mediante nuevos adjetivos) o de los adverbios correspondientes. Repito: nuestra salud mental depende en última instancia de estas palabras; son lo único que nos separa de la enfermedad y de la locura, y la historia del propio manual nos indica que esos criterios son volátiles o, cuando menos, discutibles: la homosexualidad, por ejemplo, estuvo recogida entre las desviaciones sexuales (es decir, se consideró una enfermedad) hasta 1974 (fuente: Wikipedia).

Comprendo que los profesionales se defiendan: es más, estoy convencido de que el manual es necesario, pero no es el Evangelio. En todo este asunto subyace el siguiente equívoco: igual que consideramos que existe un cuerpo sano y ciertas desviaciones patológicas, se considera que hay un estado mental ideal, y que toda desviación es una enfermedad (de la que se puede regresar gracias a la terapia y, ¡cómo no!, a la gran Farma). Evidentemente, decir "mengano está enfermo" facilita las cosas, porque significa que hemos detectado su problema, y que por lo tanto podemos encontrar una solución, del tipo que sea. Pero, ¿y si no existe un problema? ¿Y si resulta que somos así?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Edgar, el problema es quién decide cual es el estado mental ideal. Porque para mí, es el mío, pero para ti, es el tuyo. Y creo que nuestros estados mentales difieren un poco.

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo