Decía en la anterior entrada que Platón (o alguien bajo cuyo nombre se nos han transmitido ciertos textos) rechaza expresamente una exposición sistemática de su doctrina (cito de memoria, de la Carta VII):
"Lo que puedo decir acerca de aquellos escritores, presentes o futuros, que afirman conocer lo que constituye el objeto de mis esfuerzos, ya sea por habérmelo oído a mí por haberlo aprendido de otros o por haberlo descubierto por sí mismos, es que, en mi opinión, no saben lo que dicen. Ni existe ni existirá nunca un tratado mío sobre estas cuestiones, porque es algo que no puede ponerse por escrito como otros temas de estudio. Solo después de toda una vida en común y de muchas conversaciones, surge en el alma, como el resplandor que se desprende de una llamarada y permanece por sí mismo a partir de ese momento."
Pues bien, alguien podría preguntarse cómo es posible que un autor que rechaza de manera tan categórica la exposición escrita de su doctrina haya dejado un corpus textual tan extenso. La respuesta es algo complicada, pero que sepáis que una de las discusiones más encarnizadas que existen en la actualidad en la Filología se refieren a la existencia de algo llamado doctrinas intraacadémicas, es decir, las enseñanzas de Platón dentro de la Academia. El tema, que es interesante (por lo menos para geeks de la Antigüedad), dice sin embargo mucho más acerca de los modos de hacer la Filología, que es lo que a mí me interesa. Algo parecido a lo que ocurre con el estudio del orfismo; pero eso es ya otra historia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Un día de campo
Por aquí suelo pasear
Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo
1 comentario:
Edgar, me pierdo. ¿Hablamos de filología o de filosofía? Porque una filosofía de vida es no dejar en papel tus pensamientos.Pero el no dejarlos para la posteridad en algún soporte que perdure no se que tiene que ver con la filología. ¿O es que el que escribe hace filología? En fin, por favor, aclaramelo.
Publicar un comentario