miércoles, 22 de octubre de 2008

Nostalgia, ¿de qué?

El fin de semana pasado apareció en El País un reportaje en el que se criticaba la escasa competencia lingüística de nuestros estudiantes universitarios (José Luis Barbería, "Mucho título y pocas letras"). Aunque conocidos y convincentemente refutados, los argumentos expuestos allí recidivan periódicamente. Veamos el tono, anticipado en los subtítulos:

"Las carencias gramaticales de los universitarios son un obstáculo para encontrar trabajo. Bastantes no pasarían el examen de ingreso al bachillerato de hace varias décadas".

Es obvio que el periodista no pretende crear polémica, y que los pobres universitarios lo tienen crudo: las tesis de los profesores van a ser artículo de fe, impresión esta que se ve confirmada a cada paso. Recojo algunas perlas:

"Nuestros estudiantes hablan, por lo general, un castellano pobre y, a menudo, impostado, porque el sistema educativo ha descuidado en los últimos tiempos la enseñanza de la lengua, y porque tampoco la sociedad cree que hablar y escribir bien sea fundamental para el desarrollo intelectual y el éxito social y profesiona [...] Aunque, al parecer, no hay estudios que lo certifiquen, algunos entendidos opinan que el proceso de deterioro se inició en 1990 con la entrada en vigor de la LOGSE, que amplió hasta los 16 años la edad de la enseñanza obligatoria. Piensan que, en la práctica, estos cambios trajeron consigo cierto abandono de la enseñanza de la ortografía en un sector muy amplio de la ESO, y que ese hueco no ha sido bien cubierto en la posterior etapa de los dos años de bachillerato".

(Me gusta especialmente la parte que dice: "Aunque, al parecer, no hay estudios que lo certifiquen, algunos entendidos opinan...". ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Viva el rigor!)

A continuación, las culpas recaen sobre los sospechosos habituales:

"La cultura globalizadora uniformadora y pasiva del ocio audiovisual, el lenguaje coloquial de los medios de comunicación y la economía lingüística que acompaña la comunicación por teléfono móvil e Internet [solo faltan Fu Man Chú y el Doctor No] sí estarían contribuyendo a la pérdida de la riqueza expresiva del idioma...En este panorama poco reconfortante reverdece la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, mientras se asienta la convicción de que, contra lo que ocurre en otros países, a nuestros estudiantes no se les forma adecuadamente en la lectura, la escritura y la oratoria".

Me encantaría comentar el artículo más detenidamente, porque es un resumen bastante exacto de las tonterías que suelen decirse sobre educación. Partamos de la idea de que los profesores de Lengua son uno de los colectivos más conservadores que existen. No es ningún insulto: de hecho, su tarea es oponerse a la innovación descontrolada del idioma, por lo que deben ser reaccionarios. Pero seguid mi razonamiento: si hace cuarenta, cincuenta y sesenta años los alumnos (que ahora tendrán cincuenta, sesenta o setenta años) sabían tanto de sintaxis, de oratoria, de ortografía, si leían tanto y escribían tan bien, sin duda habrán formado una generación brillante, un renacido Siglo de Oro: ahora pensad en todas (en todas) las personas de esa edad que conozcáis: ¿de verdad utilizan tan bien el idioma? ¿De verdad saben escribir sin faltas? ¿De verdad?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Edgar, hablo sobre la experiencia directa de dos profesoras de lengua. Los críos hacen caso omiso de las reglas de ortografía. Se empeñan en escribir igual que envían los SMS.
A mi en la facultad con tres faltas de ortografía no seguían leyéndome un examen. Era suspenso seguro. Ahora (y conozco a mucho profesor universitario) eso ya no importa.
Algo ha pasado. Mi generación escribe relativamente bien. Igual no sabemos expresar las ideas con claridad,pero las que expresamos están escritas correctamente.

Un día de campo

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Un día de campo

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