jueves, 23 de octubre de 2008
Viajes en el tiempo
El argumento más sólido en contra de la posibilidad de viajar en el tiempo dice que, si realmente se pudiera hacer, ya se habría hecho en el futuro, y tendríamos entre nosotros un montón de turistas temporales. Bien, pues el otro día se me ocurrió que el razonamiento no es tan sólido como parece, porque (a propósito de los diversos apocalipsis que nos amenazan) si la humanidad desaparece en, digamos, cien años, no habremos tenido tiempo de desarrollar la tecnología necesaria. Eso significa que el ser humano nunca podrá viajar en el tiempo, pero no que los viajes sean teóricamente imposibles. Por cierto, leed el artículo "Viajes en el tiempo" en la Wikipedia: tiene mucha miga (y además he descubierto que mi idea no es nada original).
miércoles, 22 de octubre de 2008
Nostalgia, ¿de qué?
El fin de semana pasado apareció en El País un reportaje en el que se criticaba la escasa competencia lingüística de nuestros estudiantes universitarios (José Luis Barbería, "Mucho título y pocas letras"). Aunque conocidos y convincentemente refutados, los argumentos expuestos allí recidivan periódicamente. Veamos el tono, anticipado en los subtítulos:
"Las carencias gramaticales de los universitarios son un obstáculo para encontrar trabajo. Bastantes no pasarían el examen de ingreso al bachillerato de hace varias décadas".
Es obvio que el periodista no pretende crear polémica, y que los pobres universitarios lo tienen crudo: las tesis de los profesores van a ser artículo de fe, impresión esta que se ve confirmada a cada paso. Recojo algunas perlas:
"Nuestros estudiantes hablan, por lo general, un castellano pobre y, a menudo, impostado, porque el sistema educativo ha descuidado en los últimos tiempos la enseñanza de la lengua, y porque tampoco la sociedad cree que hablar y escribir bien sea fundamental para el desarrollo intelectual y el éxito social y profesiona [...] Aunque, al parecer, no hay estudios que lo certifiquen, algunos entendidos opinan que el proceso de deterioro se inició en 1990 con la entrada en vigor de la LOGSE, que amplió hasta los 16 años la edad de la enseñanza obligatoria. Piensan que, en la práctica, estos cambios trajeron consigo cierto abandono de la enseñanza de la ortografía en un sector muy amplio de la ESO, y que ese hueco no ha sido bien cubierto en la posterior etapa de los dos años de bachillerato".
(Me gusta especialmente la parte que dice: "Aunque, al parecer, no hay estudios que lo certifiquen, algunos entendidos opinan...". ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Viva el rigor!)
A continuación, las culpas recaen sobre los sospechosos habituales:
"La cultura globalizadora uniformadora y pasiva del ocio audiovisual, el lenguaje coloquial de los medios de comunicación y la economía lingüística que acompaña la comunicación por teléfono móvil e Internet [solo faltan Fu Man Chú y el Doctor No] sí estarían contribuyendo a la pérdida de la riqueza expresiva del idioma...En este panorama poco reconfortante reverdece la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, mientras se asienta la convicción de que, contra lo que ocurre en otros países, a nuestros estudiantes no se les forma adecuadamente en la lectura, la escritura y la oratoria".
Me encantaría comentar el artículo más detenidamente, porque es un resumen bastante exacto de las tonterías que suelen decirse sobre educación. Partamos de la idea de que los profesores de Lengua son uno de los colectivos más conservadores que existen. No es ningún insulto: de hecho, su tarea es oponerse a la innovación descontrolada del idioma, por lo que deben ser reaccionarios. Pero seguid mi razonamiento: si hace cuarenta, cincuenta y sesenta años los alumnos (que ahora tendrán cincuenta, sesenta o setenta años) sabían tanto de sintaxis, de oratoria, de ortografía, si leían tanto y escribían tan bien, sin duda habrán formado una generación brillante, un renacido Siglo de Oro: ahora pensad en todas (en todas) las personas de esa edad que conozcáis: ¿de verdad utilizan tan bien el idioma? ¿De verdad saben escribir sin faltas? ¿De verdad?
"Las carencias gramaticales de los universitarios son un obstáculo para encontrar trabajo. Bastantes no pasarían el examen de ingreso al bachillerato de hace varias décadas".
Es obvio que el periodista no pretende crear polémica, y que los pobres universitarios lo tienen crudo: las tesis de los profesores van a ser artículo de fe, impresión esta que se ve confirmada a cada paso. Recojo algunas perlas:
"Nuestros estudiantes hablan, por lo general, un castellano pobre y, a menudo, impostado, porque el sistema educativo ha descuidado en los últimos tiempos la enseñanza de la lengua, y porque tampoco la sociedad cree que hablar y escribir bien sea fundamental para el desarrollo intelectual y el éxito social y profesiona [...] Aunque, al parecer, no hay estudios que lo certifiquen, algunos entendidos opinan que el proceso de deterioro se inició en 1990 con la entrada en vigor de la LOGSE, que amplió hasta los 16 años la edad de la enseñanza obligatoria. Piensan que, en la práctica, estos cambios trajeron consigo cierto abandono de la enseñanza de la ortografía en un sector muy amplio de la ESO, y que ese hueco no ha sido bien cubierto en la posterior etapa de los dos años de bachillerato".
(Me gusta especialmente la parte que dice: "Aunque, al parecer, no hay estudios que lo certifiquen, algunos entendidos opinan...". ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Viva el rigor!)
A continuación, las culpas recaen sobre los sospechosos habituales:
"La cultura globalizadora uniformadora y pasiva del ocio audiovisual, el lenguaje coloquial de los medios de comunicación y la economía lingüística que acompaña la comunicación por teléfono móvil e Internet [solo faltan Fu Man Chú y el Doctor No] sí estarían contribuyendo a la pérdida de la riqueza expresiva del idioma...En este panorama poco reconfortante reverdece la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, mientras se asienta la convicción de que, contra lo que ocurre en otros países, a nuestros estudiantes no se les forma adecuadamente en la lectura, la escritura y la oratoria".
Me encantaría comentar el artículo más detenidamente, porque es un resumen bastante exacto de las tonterías que suelen decirse sobre educación. Partamos de la idea de que los profesores de Lengua son uno de los colectivos más conservadores que existen. No es ningún insulto: de hecho, su tarea es oponerse a la innovación descontrolada del idioma, por lo que deben ser reaccionarios. Pero seguid mi razonamiento: si hace cuarenta, cincuenta y sesenta años los alumnos (que ahora tendrán cincuenta, sesenta o setenta años) sabían tanto de sintaxis, de oratoria, de ortografía, si leían tanto y escribían tan bien, sin duda habrán formado una generación brillante, un renacido Siglo de Oro: ahora pensad en todas (en todas) las personas de esa edad que conozcáis: ¿de verdad utilizan tan bien el idioma? ¿De verdad saben escribir sin faltas? ¿De verdad?
martes, 21 de octubre de 2008
Las piernas de Martine
DSM IV
El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders es un manual elaborado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría en el que se explican los criterios diagnósticos de las enfermedades mentales. Suena un poco raro, pero nuestra cordura depende en último término de su contenido. Sobre él pesa, sin embargo, la misma sombra que sobre toda la ciencia psiquiátrica en conjunto, y de ahí que pueda considerarse un mero vademécum de autojustificación. ¿Cómo se diagnostica una enfermedad cuyos síntomas, casi siempre difusos y mal definidos, no se ven ni pueden aislarse en redomas y tubos de ensayo, y dependen de la conducta de los pacientes? ¿Dónde está el límite entre enfermedad y carácter, entre una naturaleza melancólica y algunos trastornos depresivos, entre un niño inquieto y un niño con TDAH, entre un criminal y un enfermo con trastorno de la personalidad? Pues la diferencia depende en muchos casos de adjetivos como grave, permanente, suficiente o disfuncional (que, a su vez, deberá ser definido mediante nuevos adjetivos) o de los adverbios correspondientes. Repito: nuestra salud mental depende en última instancia de estas palabras; son lo único que nos separa de la enfermedad y de la locura, y la historia del propio manual nos indica que esos criterios son volátiles o, cuando menos, discutibles: la homosexualidad, por ejemplo, estuvo recogida entre las desviaciones sexuales (es decir, se consideró una enfermedad) hasta 1974 (fuente: Wikipedia).
Comprendo que los profesionales se defiendan: es más, estoy convencido de que el manual es necesario, pero no es el Evangelio. En todo este asunto subyace el siguiente equívoco: igual que consideramos que existe un cuerpo sano y ciertas desviaciones patológicas, se considera que hay un estado mental ideal, y que toda desviación es una enfermedad (de la que se puede regresar gracias a la terapia y, ¡cómo no!, a la gran Farma). Evidentemente, decir "mengano está enfermo" facilita las cosas, porque significa que hemos detectado su problema, y que por lo tanto podemos encontrar una solución, del tipo que sea. Pero, ¿y si no existe un problema? ¿Y si resulta que somos así?
Comprendo que los profesionales se defiendan: es más, estoy convencido de que el manual es necesario, pero no es el Evangelio. En todo este asunto subyace el siguiente equívoco: igual que consideramos que existe un cuerpo sano y ciertas desviaciones patológicas, se considera que hay un estado mental ideal, y que toda desviación es una enfermedad (de la que se puede regresar gracias a la terapia y, ¡cómo no!, a la gran Farma). Evidentemente, decir "mengano está enfermo" facilita las cosas, porque significa que hemos detectado su problema, y que por lo tanto podemos encontrar una solución, del tipo que sea. Pero, ¿y si no existe un problema? ¿Y si resulta que somos así?
jueves, 16 de octubre de 2008
Filosofía esotérica 2
Decía en la anterior entrada que Platón (o alguien bajo cuyo nombre se nos han transmitido ciertos textos) rechaza expresamente una exposición sistemática de su doctrina (cito de memoria, de la Carta VII):
"Lo que puedo decir acerca de aquellos escritores, presentes o futuros, que afirman conocer lo que constituye el objeto de mis esfuerzos, ya sea por habérmelo oído a mí por haberlo aprendido de otros o por haberlo descubierto por sí mismos, es que, en mi opinión, no saben lo que dicen. Ni existe ni existirá nunca un tratado mío sobre estas cuestiones, porque es algo que no puede ponerse por escrito como otros temas de estudio. Solo después de toda una vida en común y de muchas conversaciones, surge en el alma, como el resplandor que se desprende de una llamarada y permanece por sí mismo a partir de ese momento."
Pues bien, alguien podría preguntarse cómo es posible que un autor que rechaza de manera tan categórica la exposición escrita de su doctrina haya dejado un corpus textual tan extenso. La respuesta es algo complicada, pero que sepáis que una de las discusiones más encarnizadas que existen en la actualidad en la Filología se refieren a la existencia de algo llamado doctrinas intraacadémicas, es decir, las enseñanzas de Platón dentro de la Academia. El tema, que es interesante (por lo menos para geeks de la Antigüedad), dice sin embargo mucho más acerca de los modos de hacer la Filología, que es lo que a mí me interesa. Algo parecido a lo que ocurre con el estudio del orfismo; pero eso es ya otra historia.
"Lo que puedo decir acerca de aquellos escritores, presentes o futuros, que afirman conocer lo que constituye el objeto de mis esfuerzos, ya sea por habérmelo oído a mí por haberlo aprendido de otros o por haberlo descubierto por sí mismos, es que, en mi opinión, no saben lo que dicen. Ni existe ni existirá nunca un tratado mío sobre estas cuestiones, porque es algo que no puede ponerse por escrito como otros temas de estudio. Solo después de toda una vida en común y de muchas conversaciones, surge en el alma, como el resplandor que se desprende de una llamarada y permanece por sí mismo a partir de ese momento."
Pues bien, alguien podría preguntarse cómo es posible que un autor que rechaza de manera tan categórica la exposición escrita de su doctrina haya dejado un corpus textual tan extenso. La respuesta es algo complicada, pero que sepáis que una de las discusiones más encarnizadas que existen en la actualidad en la Filología se refieren a la existencia de algo llamado doctrinas intraacadémicas, es decir, las enseñanzas de Platón dentro de la Academia. El tema, que es interesante (por lo menos para geeks de la Antigüedad), dice sin embargo mucho más acerca de los modos de hacer la Filología, que es lo que a mí me interesa. Algo parecido a lo que ocurre con el estudio del orfismo; pero eso es ya otra historia.
lunes, 13 de octubre de 2008
Filosofía esotérica 1
Una de las cosas más absurdas del absurdo sistema educativo actual es la enseñanza de la filosofía. Es imposible, repito, imposible, que nadie aprenda nada de filosofía gracias al programa académico que se imparte en nuestros institutos. Para empezar, la filosofía no puede ser una asignatura ni enseñarse como un sistema, porque es la capacidad que tienen las personas para pensar y discutir lo que han pensado. Y cualquiera que sepa lo que se enseña en los cursos de Bachillerato verá que no hay nada más alejado de la realidad. Pero es que además resulta que, por definición, la filosofía debería atraer a los más jóvenes, porque los adultos ya saben la verdad. No puede ser de otra forma; sin embargo, ha pasado con la filosofía algo parecido a lo que ha pasado con la lectura; a los humanos nos gusta debatir sobre cualquier cosa y que nos cuenten historias, pero generaciones de profesores hemos logrado finalmente sofocar y erradicar cualquier inquietud de esa naturaleza en nuestros alumnos, y todo con nuestra maravillosa buena voluntad. Una verdadera clase de filosofía sería terrible para los profesores, porque verían que no tienen las respuestas: de eso se trata, de eso se trata. La filosofía no surgió con las primeras respuestas, sino con las primeras preguntas, y esas preguntas siempre resultan subversivas.
A propósito de aberraciones, la mayor es probablemente la que se está cometiendo con la filosofía platónica. Cualquiera que conozca los diálogos sabe que Platón siempre se opuso a escribir un tratado con sus doctrinas. Se negaba porque la única forma de filosofía era la que se producía en el diálogo entre la gente, y escogió el diálogo como forma dramática para intentar reproducir el intercambio de la conversación viva. En los textos que nos han quedado hay testimonios abundantes de su rechazo a la forma escrita (parecido, y con los mismos argumentos, al de los que se oponen hoy a internet), y por eso se negó expresamente a que sus enseñanzas se transmitieran como tratados sistemáticos. Bien, pues eso es exactamente lo que se aprende hoy de Platón: una crestomatía de todas sus enseñanzas, bien mezcladas y confundidas y tergiversadas y separadas de su contexto para que no se entiendan en absoluto (y por supuesto, expurgadas convenientemente de todo lo dicho antes). "Pero bueno", dirá alguien, "por lo menos habrán tomado los diálogos protrépticos, los que se dirigen a los jóvenes"... ¡Sí, hombre! Los peores, los más abstractos, aquellos cuya comprensión exige cierta madurez, según el propio Platón. Un trocito de República por aquí, cuatro pasajes del Timeo (¡del Timeo, por Dios! ¿Pero alguno de vosotros ha intentado leer el Timeo?) por allá, y hala, ya tenemos un montón de platonitos más por el mundo bien convencidos de que están filosofando...
A propósito de aberraciones, la mayor es probablemente la que se está cometiendo con la filosofía platónica. Cualquiera que conozca los diálogos sabe que Platón siempre se opuso a escribir un tratado con sus doctrinas. Se negaba porque la única forma de filosofía era la que se producía en el diálogo entre la gente, y escogió el diálogo como forma dramática para intentar reproducir el intercambio de la conversación viva. En los textos que nos han quedado hay testimonios abundantes de su rechazo a la forma escrita (parecido, y con los mismos argumentos, al de los que se oponen hoy a internet), y por eso se negó expresamente a que sus enseñanzas se transmitieran como tratados sistemáticos. Bien, pues eso es exactamente lo que se aprende hoy de Platón: una crestomatía de todas sus enseñanzas, bien mezcladas y confundidas y tergiversadas y separadas de su contexto para que no se entiendan en absoluto (y por supuesto, expurgadas convenientemente de todo lo dicho antes). "Pero bueno", dirá alguien, "por lo menos habrán tomado los diálogos protrépticos, los que se dirigen a los jóvenes"... ¡Sí, hombre! Los peores, los más abstractos, aquellos cuya comprensión exige cierta madurez, según el propio Platón. Un trocito de República por aquí, cuatro pasajes del Timeo (¡del Timeo, por Dios! ¿Pero alguno de vosotros ha intentado leer el Timeo?) por allá, y hala, ya tenemos un montón de platonitos más por el mundo bien convencidos de que están filosofando...
jueves, 9 de octubre de 2008
Límite y posmodernidad
La noción de límite es muy atractiva, y no solo desde un punto de vista matemático (de hecho, no sé cómo es desde un punto de vista matemático, porque nunca entendí las explicaciones del profesor; bueno, entenderlas sí que las entendí, pero luego no sabía qué hacer con ellas); digo que la noción de límite es atractiva como modelo de cierta idea de progreso, y me explico: muchos de nosotros vemos la historia como un movimiento en aceleración constante, como si la etapa inicial de la humanidad hubiera durado mil años y la siguiente solo quinientos, la siguiente doscientos cincuenta, y así hasta la actualidad, en la que todo ha quedado reducido a la definitiva confusión fractal de los criterios (en sentido etimológico); todo ello ofrece una imagen bastante exacta de nuestra época como una serie de Fibonacci invertida (es decir, la serie normal [0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55...] al revés [...55, 34, 21, 13, 8, 5, 3, 2, 1, 1, 0]). Las corrientes artísticas, que antes tenían una duración determinada, ahora se hallan sumidas en una molesta confusión posbabélica. Pero esta opinión es una falacia historiográfica, y no es exclusiva de la posmodernidad. La historia sigue, y sigue con sus etapas tradicionales; no hay más que pensar en lo que aparecerá en los libros de texto dentro de mil años. ¿Pensáis que explicarán cada uno de los detalles, y cada una de las efímeras corrientes y subcorrientes que copan periódicos y actualidades? No. Se limitarán a consignar dos o tres hechos importantes de cada siglo: del pasado, por ejemplo, la tensión entre capitalismo, democracia y tendencias autoritarias diversas, o la liberación de las mujeres. En literatura, un repertorio canónico de no más de cien títulos. En artes plásticas y en música, quizás ni eso. Todo muy convencional. Así que nada del fin de la historia (que conste que el pobre Fukuyama, a pesar de sus ideas extremas, es uno de los pensadores peor interpretados del siglo XX): nuestra época es confusa porque todas lo son desde una perspectiva contemporánea. Hace falta un poco de distancia. Lástima que no estaremos.
miércoles, 8 de octubre de 2008
Nuevo blog
Acabo de abrir otro blog; solo es de libros, así que luego no os quejéis (si este ya tiene los visitantes contados, imaginad los que va a tener el nuevo). Se llama Tolle, lege, y la dirección es tolletelegete.blogspot.com. Lo voy a dedicar a comentar noticias literarias o libros que me han parecido interesantes o que me han llamado la atención de alguna manera. Os veo allí.
miércoles, 1 de octubre de 2008
¿Un cigarrito?
Mis nuevos alumnos (y algunos antiguos) quieren que les salude, así que valga este comentario para cumplir su deseo. Quedan, pues, saludados todos (1º A, 2º C, 2º D y 3º F).
El otro día estaba yo pensando en cómo el diminutivo se había convertido en una fórmula de hipercortesía (es decir, sirve para convertir las fórmulas habituales en peticiones todavía más convencionales, sobre todo cuando solicitamos algo gratuito: por ejemplo, ya nadie pide un vaso de agua, sino un vasito), estaba yo, digo, pensando en estas nugae, cuando llegué a la Feria del Libro Antiguo; en la calidad de los volúmenes expuestos se advierte la pobreza de nuestro pasado bibliográfico, que me temo no va a mejorar demasiado próximamente. Yo me acordaba de las librerías de lance que solía visitar en Inglaterra, cuánto me gustaban y cómo, de vez en cuando, solían darse hallazgos maravillosos. Uno todavía se acerca a nuestra Feria con esa esperanza, pero ¡quia!
Por cierto, parece que el gobierno británico va a incluir espeluznantes imágenes en las cajetillas de tabaco para disuadir a los fumadores de su vicio pertinaz. En los ejemplos que aparecen en La Vanguardia hay una imagen de un tumor horrible y otra en la que aparecen unos pulmones sanos y otros, se supone, consumidos por el mal. Al parecer, los publicistas pensaron que, si solo ponían los pulmones negruzcos y encogidos, la gente podría deducir que todos los pulmones son así, con lo que no solo nos están llamando perdularios y viciosos, sino tontos e ignorantes. Digo tontos, porque el repertorio de monstruosidades anatómicas y la afición por lo teratológico no solo afecta a los fumadores, con lo que quizás alguien que no lo es podría llegar a pensar que precisamente por esta condición se va a librar de sufrir tales aberraciones. Me recuerda a lo que dice Tucídides al final de su narración de la peste, donde consigna que quienes habían sobrevivido al mal (e inmunes por tanto a una nueva infección) se creían durante un tiempo libres de cualquier amenaza. El caso es que, en mi opinión, un gobierno debe limitar el uso de las sustancias peligrosas y permitir el de las que no los son, y punto. Creo que es bastante sencillo y razonable, y todo lo demás es una tomadura de pelo. Si el tabaco es peligroso, prohíbanlo. Es más, si saben que es peligroso y no lo prohíben, no sería descabellado que alguien intentara exigir responsabilidades penales por las muertes que provoca un simple cálculo económico. Y si lo que ocurre es que no han podido demostrar lo negativo de sus efectos, entonces sobran las fotos y los avisos.
El otro día estaba yo pensando en cómo el diminutivo se había convertido en una fórmula de hipercortesía (es decir, sirve para convertir las fórmulas habituales en peticiones todavía más convencionales, sobre todo cuando solicitamos algo gratuito: por ejemplo, ya nadie pide un vaso de agua, sino un vasito), estaba yo, digo, pensando en estas nugae, cuando llegué a la Feria del Libro Antiguo; en la calidad de los volúmenes expuestos se advierte la pobreza de nuestro pasado bibliográfico, que me temo no va a mejorar demasiado próximamente. Yo me acordaba de las librerías de lance que solía visitar en Inglaterra, cuánto me gustaban y cómo, de vez en cuando, solían darse hallazgos maravillosos. Uno todavía se acerca a nuestra Feria con esa esperanza, pero ¡quia!
Por cierto, parece que el gobierno británico va a incluir espeluznantes imágenes en las cajetillas de tabaco para disuadir a los fumadores de su vicio pertinaz. En los ejemplos que aparecen en La Vanguardia hay una imagen de un tumor horrible y otra en la que aparecen unos pulmones sanos y otros, se supone, consumidos por el mal. Al parecer, los publicistas pensaron que, si solo ponían los pulmones negruzcos y encogidos, la gente podría deducir que todos los pulmones son así, con lo que no solo nos están llamando perdularios y viciosos, sino tontos e ignorantes. Digo tontos, porque el repertorio de monstruosidades anatómicas y la afición por lo teratológico no solo afecta a los fumadores, con lo que quizás alguien que no lo es podría llegar a pensar que precisamente por esta condición se va a librar de sufrir tales aberraciones. Me recuerda a lo que dice Tucídides al final de su narración de la peste, donde consigna que quienes habían sobrevivido al mal (e inmunes por tanto a una nueva infección) se creían durante un tiempo libres de cualquier amenaza. El caso es que, en mi opinión, un gobierno debe limitar el uso de las sustancias peligrosas y permitir el de las que no los son, y punto. Creo que es bastante sencillo y razonable, y todo lo demás es una tomadura de pelo. Si el tabaco es peligroso, prohíbanlo. Es más, si saben que es peligroso y no lo prohíben, no sería descabellado que alguien intentara exigir responsabilidades penales por las muertes que provoca un simple cálculo económico. Y si lo que ocurre es que no han podido demostrar lo negativo de sus efectos, entonces sobran las fotos y los avisos.
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