viernes, 2 de enero de 2009

Viajar, leer

Siempre lo he sostenido a propósito de la lectura, pero bien puede aplicarse a otras actividades 'culturales'; leer (o lo que sea) no nos hace más sabios, ni más inteligentes, ni mejores personas. Ni siquiera nos hace mejores lectores o más cultos, de verdad. No hacen falta ejemplos para demostrarlo, y las campañas de la administración harían bien en desmentir la extendida especie que dice lo contrario. Pues bien, lo mismo puede afirmarse de otra actividad que supuestamente ejerce su benéfica influencia sobre nuestra líquida sociedad posmoderna. Viajar es bueno, se dice, viajar te permite conocer gente nueva, nuevas costumbres, te hace más tolerante, te abre horizontes... No, no. Y eso que la buena fama le viene de lejos, de cuando los jóvenes aristócratas europeos completaban su formación académica con un recorrido por Europa (igual que hacen ahora los graduados estadounidenses), pero viajar no hace nada de eso, o por lo menos no lo hace ex opere operato. No digo yo que te vaya a perjudicar, y la gente es muy libre de hacer lo que quiera, si le da la gana y puede, pero ya vale de vender esa perpetua itinerancia (una especie de síndrome del Holandés Errante, pero con destinos exóticos) como bálsamo de nuestra secular rusticidad, porque si suponemos que viajar nos hace mejores, rehusar significa no querer serlo, y tampoco es eso.

No hay comentarios:

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo