miércoles, 3 de septiembre de 2008

Enorme masa de información pegajosa

A propósito de la 'masa pegajosa' que mencionaba en el comentario del otro día, el título de esta entrada coincide con el de una columna de Soledad Gallego acerca de Chernóbil. En el artículo, Sol Gallego decía que, debido al exceso de información contradictoria sobre el accidente, todavía hoy resulta imposible saber con exactitud el número de víctimas, y que esa confusión sobre un hecho conocido y estudiado impedía al ciudadano formarse una opinión exacta sobre la realidad y tomar decisiones correctas, o por lo menos racionales. Este fenómeno es cada vez más frecuente: uno ya no sabe si el calentamiento global existe o no, por ejemplo, o si la subida del precio de los alimentos se debe a la mera especulación, al auge de los biocombustibles o al hecho natural y terrible de que necesitamos comer para vivir. El caso es que este exceso de información es más dañiño que su ausencia, porque te hace pensar que sabes algo, que dispones de información suficiente para juzgar con criterio, cuando no es así. Pero hay otro aspecto todavía más retorcido del asunto, y es que, después de haber visto y leído montones de noticias sobre un suceso, ciertos datos parecen ocultarse deliberadamente al escrutinio del lector atento; por ejemplo, podría decir aproximadamente cuántas víctimas hubo en el 11-S, pero no cuántas causó el Katrina; la cuestión es que esos datos no son secretos, y seguro que están disponibles en alguna parte, pero nadie los recuerda; es una censura sutil, pero censura, sin duda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A propósito de informaciones (y desinformaciones) pegajosas. Aconsejo la lectura de "La scomparsa dei fatti", de Marco Travaglio (aunque supongo que no estará traducido al castellano) para que todos entendiendan mejor el fenómeno que citas al final. El subtítulo de este libro, que explica como ningun otro algo de lo que está pasando en Italia desde "Manos limpias", dice: "se ruega eliminar las noticias para no molestar las opiniones". Es suficiente que ciertas barbaridades no aparezcan en los medios (oportunamente ocultados por los grupos de presión, económicos y políticos) para que todo el mundo piense que, simplemente, no existan. Sencillo, ¿no? (Muy bien, Edgar).

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo