miércoles, 17 de septiembre de 2008

Mammon

A propósito de las convulsiones del sistema económico, y en respuesta a ciertas críticas que recibí por el comentario del 7 de junio , me gustaría aclarar algunos malentendidos: en economía, como en cualquier comercio de símbolos, los ciudadanos no tratan con hechos, sino con percepciones. El capitalismo no es un sistema económico, sino una profesión de fe (o, si se prefiere, un juego) y, como tal, no se basa en estados de cosas, sino en la confianza de los participantes; el escepticismo, pues, acabaría con la partida ("Dios no existe", "no juego más"). Los ciudadanos confían en sus ídolos (gobiernos, bancos centrales, instituciones varias) y lo hacen ciegamente, hasta el punto de que es preciso cierto grado de reflexión para darse cuenta de que el dinero (y las reservas con que los bancos centrales lo respaldan), en realidad no vale nada, purito humo y apacentarse en viento. Así que (y ahora vuelvo a la actualidad) lo que ocurre ahora no es que hayan empeorado las condiciones objetivas en las que se desenvolvía el sistema, sino que se ha abierto una grieta en la confianza de los participantes, asomados abruptamente al abismo de la nada que lo sostiene.

No hay comentarios:

Un día de campo

Un día de campo
Por aquí suelo pasear

Un día de campo

Un día de campo
Esto está cerca de mi pueblo