domingo, 18 de enero de 2009
Nueva dirección
La dirección del nuevo blog, que solo tiene la bienvenida, es auditehaec.wordpress.com. Todavía permaneceré en este toda la semana, pero a partir del lunes solo estaré en el nuevo. Así que ya sabéis, agregadlo a Favoritos ¡ya!
jueves, 15 de enero de 2009
Nueva plataforma
Estoy pensando en exportar mis blog a Wordpress. Os comunicaré próximamente las nuevas direcciones en un post. El blog desaparecerá, así que, si queréis seguir leyéndolo, tendréis que visitar la nueva dirección. Estará colgada varios días en Blogger, por si alguno no me visita con regularidad. Espero que no sea un cambio traumático. Hasta pronto.
miércoles, 14 de enero de 2009
Sumar, restar, multiplicar y dividir
Los profesores solemos quejarnos del cuajo con que algunos alumnos defienden lo absurdo de sus respuestas, como cuando argumentan impasibles que su resultado de 824 toneladas es una solución perfectamente natural al problema que pedía el peso de una persona, y cosas por el estilo. Y repetimos: ¿pero no veis que eso es imposible, que nadie puede pesar 824 toneladas? Lo cierto es que no nos damos cuenta de que para ellos todo lo que sucede durante las clases sucede en otra dimensión, en la que no rigen nuestras aburridas y arbitrarias leyes físicas (y en la que quizá los hombres pesan más que en esta).
Bien, el caso es que el otro día ocurrió algo muy curioso a propósito de la columna de Almudena Grandes en El País. Según el cálculo al que dedicaba su espacio, si se repartieran entre los habitantes del planeta los millones de dólares que se van a dedicar a refundar el capitalismo, nos tocaría a 120 millones por cabeza. Y entonces yo, como si estuviera en clase, salté como movido por un resorte: ¿pero no ve que eso es imposible? No sé si existirá una dimensión en la que los hombres pesen 824 toneladas, pero estoy seguro de que no existe ninguna en la que a uno le toquen, a pesar de la efímera generosidad de los bancos centrales, 120 millones de dólares. La cuestión es que ese mismo comentario lo había hecho pocas semanas antes Rosa Montero, que ya había aclarado que la cuenta estaba mal hecha. El error no justifica las gruesas descalificaciones que con toda probabilidad se han vertido sobre Grandes, y es fácil de explicar: si dividimos 12 (huevos) entre 3 (personas), el resultado es cuatro (huevos por persona). Si dividimos 800 000 (millones) entre 6 700 (millones), el resultado es 120 (millones).
A mí me extrañó que nadie hubiera advertido el error, pero bueno, pensé, pobre Almudena Grandes. Primero lo de sor Maravillas, y ahora esto. (Por cierto, en el mismo número encontré otra perla: "La última víctima de la Inquisición fue en 1863 en Valencia. No hace 2 000 años, sino 153". Para mí que no, pero bueno, a mí no se me daban bien las matemáticas).
Lo más extraño es que al día siguiente apareció ¡en la fe de errores! una aclaración que intentaba arreglar el desaguisado (el de Grandes; del otro no hay noticia). A mí el fallo no me había molestado demasiado, pero me pareció muy impropio que un error de esa naturaleza se intentase subsanar así. Oiga, no, la fe de errores no es para eso; Almudena Grandes dispone de una columna semanal, y si quiere emplearla para pedir disculpas o aclarar la cuestión, que lo haga. Pero el periódico, que no se ha ocupado de corregir la flagrante equivocación ab ovo, se inmiscuye en un terreno vedado a sus interferencias. Que yo sepa, una columna de opinión no se corrige, igual que no se corrige una entrevista. No lo sé, ¿eh?, que yo no he hecho periodismo, pero bueno, es lo que me parece normal (también a los alumnos les parecía normal lo de las toneladas).
Bien, el caso es que el otro día ocurrió algo muy curioso a propósito de la columna de Almudena Grandes en El País. Según el cálculo al que dedicaba su espacio, si se repartieran entre los habitantes del planeta los millones de dólares que se van a dedicar a refundar el capitalismo, nos tocaría a 120 millones por cabeza. Y entonces yo, como si estuviera en clase, salté como movido por un resorte: ¿pero no ve que eso es imposible? No sé si existirá una dimensión en la que los hombres pesen 824 toneladas, pero estoy seguro de que no existe ninguna en la que a uno le toquen, a pesar de la efímera generosidad de los bancos centrales, 120 millones de dólares. La cuestión es que ese mismo comentario lo había hecho pocas semanas antes Rosa Montero, que ya había aclarado que la cuenta estaba mal hecha. El error no justifica las gruesas descalificaciones que con toda probabilidad se han vertido sobre Grandes, y es fácil de explicar: si dividimos 12 (huevos) entre 3 (personas), el resultado es cuatro (huevos por persona). Si dividimos 800 000 (millones) entre 6 700 (millones), el resultado es 120 (millones).
A mí me extrañó que nadie hubiera advertido el error, pero bueno, pensé, pobre Almudena Grandes. Primero lo de sor Maravillas, y ahora esto. (Por cierto, en el mismo número encontré otra perla: "La última víctima de la Inquisición fue en 1863 en Valencia. No hace 2 000 años, sino 153". Para mí que no, pero bueno, a mí no se me daban bien las matemáticas).
Lo más extraño es que al día siguiente apareció ¡en la fe de errores! una aclaración que intentaba arreglar el desaguisado (el de Grandes; del otro no hay noticia). A mí el fallo no me había molestado demasiado, pero me pareció muy impropio que un error de esa naturaleza se intentase subsanar así. Oiga, no, la fe de errores no es para eso; Almudena Grandes dispone de una columna semanal, y si quiere emplearla para pedir disculpas o aclarar la cuestión, que lo haga. Pero el periódico, que no se ha ocupado de corregir la flagrante equivocación ab ovo, se inmiscuye en un terreno vedado a sus interferencias. Que yo sepa, una columna de opinión no se corrige, igual que no se corrige una entrevista. No lo sé, ¿eh?, que yo no he hecho periodismo, pero bueno, es lo que me parece normal (también a los alumnos les parecía normal lo de las toneladas).
sábado, 10 de enero de 2009
Afinidades electivas
Leer los artículos de Manuel Rodríguez Rivero, magnífico editor y polígrafo, es una de las mejores cosas que puede hacer uno antes de desayunar (para los que no lo sigan, escribe los miércoles en El País, los sábados en 'Babelia' y todos los meses en Revista de Libros); los altibajos existen, claro, pero eso, dicho de alguien que escribe para que le lean, es una tautología. Rodríguez Rivero lo hace principalmente sobre libros, y es muy reconfortante descubrir que algunas de tus elecciones privadas (esas que nadie conoce porque no le interesan a nadie) coinciden con el objeto de sus comentarios: el otro día escribía sobre Tony Judt y su Posguerra (que no he leído), y me hizo ilusión comprobar su aprecio (compartido) por la personalidad y el genio de Judt. Me hizo ilusión pero no me sorprendió. Pensé entonces en lo previsibles que resultan nuestros gustos, como si tuvieran vida propia y tendencia a cristalizar naturalmente en determinadas formas. Lo mismo que ocurre en la novela de Goethe, pero a propósito de libros y otras cosillas.
martes, 6 de enero de 2009
La Winslet
No os la perdáis. Ahora es la mujer del año (con el permiso de Katharine Hepburn): tiene, o va a tener, varias películas en cartel, y por todas partes se escuchan encendidos elogios, siempre acertados. El único desliz que se le puede reprochar es Titanic (y que frecuente tanto la compañía de Di Caprio), pero ya se sabe que los errores son la clave de la belleza (tienen que ser pocos, ¿eh?). Lo más curioso es que se ha puesto de moda después de un reportaje en Vanity Fair en el que aparecía en su facies provocativa y sicalíptica, idea que han imitado con rapidez publicaciones de menos prestigio, y que resulta muy equivocada. Ya sabemos que puede ser guapa, todos podemos ser guapos, con una buena fotografía y el tratamiento antiarrugas de Adobe. Eso ya se veía a la legua sin necesidad de convertirla en lo que todo el mundo puede llegar a ser. Pero ella además tiene otras cualidades, mejores, y más escasas. Descubridlas en sus próximas apariciones. Pronto, en los mejores cines.

viernes, 2 de enero de 2009
Viajar, leer
Siempre lo he sostenido a propósito de la lectura, pero bien puede aplicarse a otras actividades 'culturales'; leer (o lo que sea) no nos hace más sabios, ni más inteligentes, ni mejores personas. Ni siquiera nos hace mejores lectores o más cultos, de verdad. No hacen falta ejemplos para demostrarlo, y las campañas de la administración harían bien en desmentir la extendida especie que dice lo contrario. Pues bien, lo mismo puede afirmarse de otra actividad que supuestamente ejerce su benéfica influencia sobre nuestra líquida sociedad posmoderna. Viajar es bueno, se dice, viajar te permite conocer gente nueva, nuevas costumbres, te hace más tolerante, te abre horizontes... No, no. Y eso que la buena fama le viene de lejos, de cuando los jóvenes aristócratas europeos completaban su formación académica con un recorrido por Europa (igual que hacen ahora los graduados estadounidenses), pero viajar no hace nada de eso, o por lo menos no lo hace ex opere operato. No digo yo que te vaya a perjudicar, y la gente es muy libre de hacer lo que quiera, si le da la gana y puede, pero ya vale de vender esa perpetua itinerancia (una especie de síndrome del Holandés Errante, pero con destinos exóticos) como bálsamo de nuestra secular rusticidad, porque si suponemos que viajar nos hace mejores, rehusar significa no querer serlo, y tampoco es eso.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
TIC (y tac)
He aprovechado estos días (bueno, no tanto), para comprobar en la red las aplicaciones educativas de las nuevas tecnologías. Hay páginas y gadgets espectaculares (y difíciles de usar), y montones de sitios con iniciativas loables y bienintencionadas, pero la impresión general es la de una cuadrilla de niños a los que se les ha regalado un juguete maravilloso con el que no saben qué hacer y cuyos contornos se limitan a explorar torpemente. Intuimos el potencial de la tecnología disponible, pero no sabemos por dónde empezar. El problema (hay más de uno, pero el principal) es que un uso correcto de las TIC es incompatible con un sistema educativo convencional. Porque no se trata de adaptar el programa a la pizarra digital o a Internet, sino de cambiar la forma de enseñar. Todavía no ha calado la idea de que estamos viviendo un landslide (palabrejo de moda tras la victoria de Obama), mucho mayor que cualquier otra revolución política o militar que hayamos conocido, y que los cambios son inevitables (y probablemente indoloros). La revolución lleva años fraguándose con nuestra silenciosa colaboración, y avanza sin remedio.
Eso los que quieren hacer algo, porque la brecha entre los profesores que han aceptado los cambios y los 'resistentes' aumenta magnis itineribus. Los argumentos de estos últimos son, por cierto, bastante frágiles, y suelen venir dictados por la comodidad (porque ¡cuidado!, la tecnología, que nadie se engañe, no ahorra trabajo; al contrario). No hay tal dilema, no se trata de elegir una opción, de la misma forma que nunca hubo un referendo para decidir si se aceptaba la imprenta o no ("Vota sí a la imprenta", "Abajo Gutenberg"). Pienso, aunque sea ponerme estupendo (por algo este es mi blog y digo lo que quiero), que el conocimiento de las TIC no debería ser una opción, igual que no lo es la alfabetización tradicional; es decir, si a usted le parece normal que se le exija saber leer y escribir para poder dar clase, comprenderá también que le exijamos un manejo real de las TIC para poder enseñar a sus alumnos. Porque actualmente el analfabeto, no nos equivoquemos, es el que no sabe colgar un vídeo, abrir un foro o crear una página web; pensad, si no, en qué habéis hecho con más frecuencia en 2008: ¿escribir cinco líneas a mano o consultar la web?
Eso los que quieren hacer algo, porque la brecha entre los profesores que han aceptado los cambios y los 'resistentes' aumenta magnis itineribus. Los argumentos de estos últimos son, por cierto, bastante frágiles, y suelen venir dictados por la comodidad (porque ¡cuidado!, la tecnología, que nadie se engañe, no ahorra trabajo; al contrario). No hay tal dilema, no se trata de elegir una opción, de la misma forma que nunca hubo un referendo para decidir si se aceptaba la imprenta o no ("Vota sí a la imprenta", "Abajo Gutenberg"). Pienso, aunque sea ponerme estupendo (por algo este es mi blog y digo lo que quiero), que el conocimiento de las TIC no debería ser una opción, igual que no lo es la alfabetización tradicional; es decir, si a usted le parece normal que se le exija saber leer y escribir para poder dar clase, comprenderá también que le exijamos un manejo real de las TIC para poder enseñar a sus alumnos. Porque actualmente el analfabeto, no nos equivoquemos, es el que no sabe colgar un vídeo, abrir un foro o crear una página web; pensad, si no, en qué habéis hecho con más frecuencia en 2008: ¿escribir cinco líneas a mano o consultar la web?
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